Ciudad de Puebla |
La tarde anterior había mandado matar Sor Andrea un guajolote que engordaron en el convento con nueces, castañas y avellanas, que destinaban para guisárselo al señor obispo, en una bandeja estaban ya cortadas las piezas.
Inspirada, cogió Sor Andrea un recipiente con chile ancho; de otro, chile mulato; de una caja michoacana, negra y rameada, sacó chile chipotle y de otra hizo una cuidadosa y una minuciosa selección de rabioso chile pasilla. Secos y arrugados estaban todos los chiles y crujían en sus manos como si estrujase las hojas de un viejo libro.
En una cazuela echó manteca, y cuando empezó a crujir, los tostó en ella todos revueltos, y en un comal tostó ajonjolí, revolviéndolo con una cuchara. Continuara...
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